La responsabilidad del Capitán es absoluta. Nada lo puede arrastrar al deshonor.
La Armada, a lo largo de su tradicional historia, siempre ha infundido de por sí respeto. Un respeto que se ha ganado por siglos, en base a sus tradiciones. Nadie que se haya enamorado de esta profesión , puede negar u ocultar las tradiciones marineras, que hacen de esta profesión no sólo sea eso, sino un estilo de vida. Y sí, al decir estilo de vida, se refiere a que en esta profesión se conjugan mil sentimientos y acciones épicas donde cada día es en sí una aventura.
Ningún viejo marinero no tendrá una anécdota que contar a su descendencia, y es por eso que esta profesión ha llevado a más de una dama enamorarse de aquellos hombres de mar que visten el uniforme con gallardía, siendo justamente esa gallardía que caracteriza al marino, lo que hace que sea además de un profesional, un ser humano con una visión de mundo, que lo inspira a ser culto, romántico, buen lector, visionario y un estratega a tiempo completo.Ahora, una de las frases más comunes en la jerga marinera es aquella que dicta y reza "EL CAPITÁN SE HUNDE CON SU BARCO", la misma que más que una frase es un dogma de vida de aquellos hombres que comandan y lideran buques con sus tripulaciones. Para la explicación de esta frase primero se define al Capitán del barco, quien no es más que aquel individuo que además de llevar un rango y unas palas sobre su uniforme blanco, posee el mando y liderazgo, producto de su experiencia y preparación de las artes y ciencias marineras, para comandar a un buque y su tripulación. No cualquiera puede ser Capitán de una embarcación, porque además del mando legal que su autoridad le confiere se debe ganar el respeto necesario de sus hombres para ejercerlo, y este respeto es el producto de su preparación, que hace que su voz sea ley, sus pensamientos un mandato y su criterio respetado por los que comanda, ya que sus decisiones, representan la vida o la muerte de los que comanda.
Ahora, siendo el mar el compañero de vida de un marino, también se convierte en su peor enemigo, y es cuando en antaño, ante las grandes tormentas existentes en él hacía que muchos navíos zozobraran frente a su furia, donde el temple del Capitán inspiraba a sus hombres a seguir a la lucha contra el viento y las olas, pese a que en algunas ocasiones también el destino marcaba el final de muchas tripulaciones. Ante este destino seguro que es la muerte, del cual nadie ha escapado, hacía que en los momentos finales, el temple del Capitán del Navío, daría su última orden que sería el abandono total de la embarcación. He aquí cuando (al menos de todo lo investigado en varias marinas), no existe ninguna norma escrita, dogma, o documento que mencione que en caso de un abandono o "zafarrancho de abandono" de la unidad, el Comandante de cualquier buque mercante o de guerra, tenga que ser el último en dejar la cubierta del buque, luego que el último de sus hombres esté a salvo.
El motivo por el cual no existe una norma escrita a nivel mundial es simple: al Capitán o Comandante de un buque lo mueve su deber moral con su tripulación y consigo mismo. Por eso "el Capitán se hunde con su buque", porque existe un deber moral para comandar a su navío y conducir sus hombres, porque una muerte honorable es mejor que el retorno a cualquier puerto con su embarcación hundida y en muchos de los casos con tripulantes desaparecidos.
En la conducción de buques, el mando es un honor, por lo cual, toda la responsabilidad del mando de una embarcación de cualquier tamaño y función, es responsabilidad absoluta del Capitán o Comandante. Todo lo que pase o deje de pasar es su responsabilidad, y en todos los casos al único que debe dar cuenta de sus acciones es a él mismo. Por eso el Capitán es el Capitán, sus órdenes se obedecen sin miramientos, ya que por su experiencia, experticia, coraje, valor y honor, es aquel con la capacidad suficiente para asumir la responsabilidad de comandar un buque.
Una muerte honorable es mejor que el retorno a puerto con su embarcación hundida...
El honor que posee un Capitán hace que no pueda traicionar a su tripulación, la debe defender como buen padre y administrar justicia dentro de la embarcación, no fuera de ella. Al mencionar la traición, se da cuando ante el inevitable hundimiento del buque, implica estar con su tripulación y la embarcación hasta los últimos minutos que esté a flote, hacerlo antes es símbolo de cobardía y deshonor.
En mi carrera naval, puedo darme el lujo de mencionar que no he traicionado a nadie bajo mi mando, y en los momentos difíciles al mando de Unidades a flote así como patrullas en tierra, he demostrado honor, coraje y valor, acciones que nadie ha repudiado ni refutado, porque los hechos hablan más que mil palabras. No lo niego, si he sufrido en momentos difíciles el abandono de quienes he estado subordinado, y como reza el dicho popular, en estos momentos finales de la vida es cuando se conoce a las personas, sin embargo, mi deber moral y mi preparación académica, hace que no me convierta en aquello que he vivido y sufrido, sino que ofrezco incluso a mis alumnos (algunos hijos de quienes me han dado la espalda), un mensaje de verdadero profesionalismo, convicción, además de no tomar el vil deseo de venganza para justificar el daño cometido moral o físico vivido, sino todo lo contrario mostrarles cómo debe actuar un verdadero líder y caballero.
El honor de un Capitán hará que este se hunda con su buque.
La gloria es eterna, el honor de un Capitán también.
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